Transcripción del episodio #20 del Podcast Empoderamiento Consciente, por Jazmín González. Todos los derechos reservados.
Índice del artículo
Presentación del Episodio:
Por Qué Tu Dignidad No Se Negocia.
¡Hola! Mi nombre es Jazmín González y te doy la bienvenida a este espacio de Empoderamiento Consciente, en donde juntas reflexionamos sobre la Vida y sus diferentes elementos, desde una perspectiva más profunda, espiritual, consciente y empoderante.
En esta ocasión compartiré contigo una reflexión acerca de la importancia de reconocer y de conservar tu dignidad como ser humano, como mujer y como ser de luz en todas tus relaciones.
Las relaciones en la vida humana.
Las relaciones son muy importantes para nosotras, ya que, como seres humanos, somos animales sociales y nos resulta vital relacionarnos con otros seres humanos, sentimos el impulso natural de hacerlo, siempre y cuando no tengamos alguna patología que lo impida o que inhiba esta característica que poseemos naturalmente como forma de supervivencia.
Estas relaciones pueden ser de diferentes tipos y de diferentes niveles de intimidad, por ejemplo, la relación entre padres e hijos, la relación entre hermanos, novios, esposos, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etc. Sin embargo, las relaciones más íntimas son las que más fácilmente detonan nuestros instintos de supervivencia que casi siempre están formados por patrones disfuncionales y por las heridas emocionales que aún debemos sanar para seguir evolucionando como seres humanos y como seres de luz. Estas relaciones pueden ser las relaciones familiares, las de pareja y las de amigos, ya que en estas relaciones existen mayor carga emocional y afectiva que en otras, por lo tanto, el temor a dejar de pertenecer a las mismas podría ser motivo suficiente para activar nuestras carencias y más grandes temores, como podría ser: el miedo al abandono, el miedo a la soledad, el miedo a dejar de pertenecer, etc.
Cuando vivimos en modo supervivencia, es decir, basándonos únicamente en nuestra naturaleza humana, es común que valoremos nuestras relaciones más de lo que realmente supondrían, poniéndolas por encima de nuestro bienestar personal con tal de permanecer en ellas. Es aquí cuando perder la dignidad se torna una opción.
Por el contrario, cuando somos conscientes que más allá de un cuerpo físico, nuestra verdadera naturaleza es divina, que somos un alma que forma parte indisoluble de la divinidad o la fuente creadora de vida, reconocemos que nuestra paz es innegociable, y, por lo tanto, nuestra dignidad, porque ya nos sentimos completas y plenas por nosotras mismas, y no cedemos a satisfacer bajo cualquier precio la necesidad primitiva de ser aceptadas o de pertenecer a un grupo social determinado.
Tu valor personal.
Como seres humanos y como seres de luz tenemos un altísimo valor incalculable, absolutamente nadie ni nada podría pagar el precio de nuestro valor personal, y tampoco existe nada ni nadie, en este y en otros planos, que sea lo suficientemente imprescindible como para perder nuestra dignidad a cambio de ello.
La dignidad es la cualidad que posees de forma innata que hace que tengas valor personal, que merezcas respeto por parte de ti misma y por parte de los demás, que te trates y te traten con seriedad y que no permitas que te humillen o te humilles ni te degraden o te degrades.
Cuando nuestras heridas emocionales están abiertas es muy fácil olvidarnos de esta característica para abandonarnos por completo a la voluntad de la otra persona, que, por resonancia vibracional, casi siempre se trata de otra persona herida que busca llenar su vacío a expensas de nosotras, pudiendo hacer esto de forma consciente o inconscientemente.
Lo cierto es que, rápidamente nos olvidamos de nuestros límites saludables, de nuestros valores innegociables, de nuestros sueños, de nuestras metas y de nuestros proyectos de vida con tal de complacer a la otra persona y evitar que esta se enfade con nosotras o se decepcione por ‘no cumplir con sus propias expectativas’ y, finalmente, se marche o nos deje.
Si bien es verdad que, en todas las relaciones, para que funcionen de forma armoniosa, debe existir una dinámica de dar y recibir, pero lo debe ser de forma recíproca, es decir, ambas partes deben ceder y tomar de manera saludable, siempre y cuando esto no suponga anular la esencia de la otra persona, para que se subordine o se ajuste al capricho de una de ellas.
Las relaciones tóxicas vs. El amor verdadero.
Lastimosamente muchas personas confunden el ‘amor’ con esta dinámica tóxica, en donde una de las partes debe ‘sacrificarse’ por la otra con el fin de ‘demostrar su amor’, como si el amor exigiera sacrificios. Esta creencia de que ‘el amor implica sacrificios, dolor y sufrimiento’ es una distorsión de la realidad proveniente de algunas religiones, en donde nos enseñaron que para ‘agradar a Dios debíamos ofrecer algún sacrificio’. Este no es el dios del que hablo en este espacio. El dios o la divinidad que en este espacio te propongo es una energía de AMOR que nada tiene que ver con ninguna religión, por lo tanto, ninguna de las doctrinas o creencias relacionadas a ellas tienen validez.
El amor verdadero reconoce a cada individuo como un ser completo y pleno, perfecto e inocente en esencia, respeta su camino personal y lo honra, esto significa que no trata de cambiar a la otra persona con el fin de que se adapte a sus necesidades o carencias personales. Las relaciones basadas en el amor verdadero, sean estas relaciones familiares, de pareja, de amigos, etc., perciben a los demás como seres humanos y seres de luz que merecen respeto de manera integral, aceptando plenamente a ellos tal como son. Esto no significa que, si por nivel de consciencia, la otra persona comete actos desagradables, violentos o similares debas permanecer allí, sino todo lo contrario, forma parte del respeto a tu dignidad tomar distancia de ella e incluso alejarte definitivamente de esa relación, siendo consciente que tú eres un ser completo, pleno y suficiente, que, antes que nada, mereces respeto y trato cordial.
El problema surge cuando nos olvidamos de esta parte esencial de nosotras, de nuestra dignidad y que ella está por encima de todas las cosas y de todas las personas. Nuestro bienestar es esencial porque de él depende el tipo de vida que manifestaremos. No encarnamos en este plano simplemente porque no teníamos nada que hacer, sino que, lo hicimos para desarrollar una serie de experiencias muy específicas que nos apoyarían a recordar e integrar la gran verdad de que formamos parte de la Divinidad. Por eso, cuando negociamos nuestra dignidad para permanecer en una relación, por ejemplo, estamos desperdiciando nuestra vida para quedarnos en un lugar o con personas que, en vez de impulsarnos, nos estancarán, y no sólo eso, sino que habrá sido una encarnación perdida, ya que nuestra vida nadie la puede ni podrá vivir por nosotras.
Cuando negociamos nuestra dignidad y nos humillamos y nos degradamos para llamar la atención de otras personas o para recibir su aceptación, estamos enviando la señal de que no valemos nada, de que nuestra vida no importa y de que pueden hacer con nosotras lo que ellos quisieran. Irónicamente, con esta vibración, estaremos atrayendo exactamente lo opuesto a lo que queremos, es decir, en lugar de recibir aprobación, amor o atención, estaremos atrayendo más desprecio, más indiferencia y más vacío existencial, porque, recuerda, sólo atraemos a nuestra vida lo que vibramos.
El amor propio.
Por eso, si deseas amor, respeto y consideración en tu vida, asegúrate de amarte a ti misma, de respetarte a ti misma y de considerarte a ti misma por sobre todas las cosas, luego, desde ese espacio de equilibrio, relaciónate con los demás. Esto no significa que debemos ser tiranas con los demás, menospreciando las demandas de las otras personas, sino que, desde el amor, el respeto y la consideración que nos tenemos a nosotras mismas, poner en una balanza los requerimientos de las otras personas y analizar si podemos o no ceder a ellos, siempre y cuando no comprometan nuestra dignidad.
Aspiremos siempre al amor maduro y saludable, no al amor infantil y tóxico, que en realidad no es ‘amor’ sino codependencia o cualquier otra dinámica tóxica. Si tenemos bien definido qué tipo de relaciones queremos experimentar en nuestra vida será muy fácil poner límites saludables, decir que ‘no’ y salirnos de aquellas que, en lugar de apoyar nuestra expansión y paz mental, nos aportan limitaciones y estancamiento.
Permanece atenta a cada movimiento que realices y cuestiónate por qué haces lo que haces o dejas de hacer lo que haces, ya que podría resultar muy fácil ceder tu dignidad sin que lo notes, ya que, como ser humano, es normal que tengas aún heridas o carencias emocionales por sanar y por llenar y que podrían impulsarte a actuar de ciertas maneras que anulen tus valores personales, tus metas o tus proyectos de vida.
Conclusión y recomendaciones finales.
No se trata de ser perfectas, sino de vivir de forma consciente para ya no dar lugar a experiencias desagradables que ya no son necesarias vivirlas.
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¡Gracias por compartir este espacio conmigo y nos encontramos muy pronto!