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Cuando dejas de pedir justicia divina y eliges amor incondicional.
Cuando te sientes merecedora del amor incondicional, comprendes que los demás también lo son.
El ego y la espera en el "karma" o la "justicia divina".
Dejas de desear venganza, «justicia divina» o que el «karma» actúe, porque te das cuenta de que tu afán por la «justicia» era en realidad un grito de venganza del ego, que no se cree merecedor de ser amado a pesar de sus sombras.
El ego grita: “Que pague por lo que hizo”. Pero lo que realmente está diciendo es: “Si yo no soy digno de amor, nadie más lo será”.
Ese impulso de castigar al otro no nace de tu parte más elevada, sino de una herida no reconocida.
Una persona consciente elige la paz.
Cuando estás en paz contigo, dejas de esperar que la vida cobre deudas por ti. Ya no te interesa que el universo ajuste cuentas. Sueltas. Libera el que perdona, no el que es perdonado. Y eso te hace libre.
Tú tampoco eres perfecta, aunque el ego te haga creer que sí. Si lo fueras, ya no estarías encarnada en esta dimensión, ni en forma humana. Estás aquí para recordar, para aprender, para evolucionar.
Y si todo se tratara de “justicia divina” o de que el “karma” actúe, tú también recibirías tu castigo. Porque, repito: perfecta no eres, no lo fuiste ni lo serás. Has cometido errores, te has equivocado, has hecho daño, incluso sin querer.
Entonces, si pides venganza para tu prójimo, tú también la recibirás.
Entendiendo esto, ¿prefieres castigo o prefieres amor incondicional?
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