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¿Has intentado influir en la voluntad de otra persona? No fue amor.
¿Has recurrido alguna vez a algún tipo de “trabajo” energético, mental, físico o espiritual para influir en la voluntad de otra persona?
No lo hiciste por amor.
No lo hiciste por el bien de tu familia.
No lo hiciste para hacer justicia.
Lo hiciste desde un profundo estado de inconsciencia.
Y está bien reconocerlo. Lo hiciste porque no sabías, porque estabas herido, confundido o desesperado. Pero no fue amor, ni luz.
La manipulación energética es síntoma de un estado de inconsciencia.
Solo quienes viven en un estado de inconsciencia profundo —es decir, aquellos que aún están dormidos y no reconocen su verdadera naturaleza espiritual ni su unidad con la Fuente y con toda la creación— recurren a «trabajos» como amarres, manipulación mental, magia o extorsión.
Este tipo de acciones no son «espirituales». Son violencia energética.
Intentar doblegar, cambiar o imponer tu voluntad sobre el libre albedrío de otro ser humano no te hace más fuerte ni más sabio. Solo te aleja de tu esencia.
Una persona despierta, consciente de su espiritualidad, no busca controlar a nadie. Acepta los ciclos de la vida. No porque no duela, sino porque entiende que todo forma parte del proceso de evolución.
Una persona consciente acepta la voluntad del otro.
La persona consciente no huye del dolor: lo observa, lo atraviesa, lo sana.
No insiste en forzar un vínculo: lo honra, lo deja ir.
No persigue a nadie: se encuentra a sí misma.
Comprende que todos formamos parte de la misma energía, de la misma Fuente. Entonces, ¿por qué obsesionarse con un personaje humano finito y mortal? ¿Por qué insistir en que algo «tiene que ser»?
La verdadera conexión no está en el control.
No hay amor en la manipulación.
No hay libertad en la posesión.
La energía que envías, vuelve a ti.
Lo que haces con tu energía, lo que envías, lo que proyectas, vuelve a ti. No como castigo. No como karma. No como justicia divina. Simplemente porque así funciona la energía.
Lo que das, regresa. Y si estás manipulando, lo que volverá a ti es una realidad igualmente forzada y desequilibrada.
La importancia de conectar con tu esencia divina.
Ahora, perdónate.
No te castigues por haber actuado desde el miedo, la herida o la ignorancia. Pero no te mientas: eso no fue amor.
Perdónate y empieza de nuevo desde otro lugar. Desde la consciencia. Desde tu verdadera esencia.
Despierta. Recuerda quién eres.
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