Honrar la humanidad es un acto sagrado de consciencia.
El ser humano es realmente asombroso. No me sorprende que el alma elija encarnar en este cuerpo, a pesar de las dualidades que existen en este plano.
Aun con todo lo que implica vivir en la Tierra —el dolor, los desafíos, las pérdidas—, hay algo profundamente sagrado en esta experiencia.
El ser humano tiene una capacidad impresionante para hacer cosas increíbles que reflejan la belleza y la perfección del origen de todo, esa Fuente o Divinidad de la que venimos.
El canto, la danza, el deporte, el dibujo, la pintura, la escultura, la literatura, el lenguaje, la tecnología… cuando se utilizan de manera consciente, se convierten en expresiones sublimes del alma manifestando su esencia a través de la materia.
Y no solo eso: también poseemos una poderosa capacidad de autosanarnos, de restaurar nuestro equilibrio físico, emocional y mental. Esta sabiduría inherente a nuestra naturaleza nos recuerda que no somos seres rotos ni vacíos, sino completos, solo en proceso de recordar quiénes somos.
Honremos nuestra naturaleza humana.
Honremos nuestra inteligencia.
Honremos nuestra capacidad física.
Honremos nuestra capacidad de reflexión.
Honremos nuestra sensibilidad.
Honremos nuestra capacidad de autosanación.
Honremos nuestra humanidad.
Encarnar como ser humano es una gran oportunidad de evolución para el alma y hacerlo desde la consciencia es una expansión de la Divinidad.
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