Dada la densidad de este espacio físico y los diversos distractores, es fácil olvidar nuestra verdadera misión. Por ello, es esencial relacionarnos con la vida y sus elementos desde la conciencia de que somos Uno con el Todo. Si nos identificamos únicamente con nuestro cuerpo humano —finito y mortal— y con el sistema de pensamientos asociado a este plano, conocido como ego, podemos tomar decisiones impulsadas por el miedo. Esto puede dar paso a emociones como la angustia, el enojo, la ira, la separación, la carencia, la competencia, la creencia en la muerte, el apego tóxico, la codicia, la envidia y el egoísmo.